Los que me conocen saben que me encanta hacer muchas preguntas y si me contestas la primera, sabrás que van a seguir surgiendo… Hoy le tocó el turno a mi esposo. Mi pregunta fue sencilla: ¿Te gustan mis curvas? Debo admitir que su contestación me sorprendió y fue la siguiente: “Si, la parte de tu costado es como la curva de una guitarra.” Oh Dios… Se inspiró!! 😀
Su contestación me hizo llegar a esta conclusión… Que nuestra sociedad tiene estereotipos de cómo debemos vestir, hablar, caminar, comer, pensar, entre otros. Cuando hablamos del cuerpo de una mujer no nos quedamos atrás, puedo apostar que lo primero que llega a nuestra mente es la imagen de una mujer delgada, bien hecha y sin estrías. Toda una Barbie recién sacada de una envoltura. Lo más triste del caso es que eso se les suele enseñar a nuestras niñas; que para ser perfectas, debemos de tener un cuerpo perfecto.
Y es que tuve que aprender amarme como soy. Que no debo compararme con las demás mujeres. Que mi cuerpo es único y que si yo misma no lo amo ni lo valoro, nadie más lo hará. Que las decisiones que tome acerca de él son porque yo las deseo y no porque los demás me lo imponen.
Desde la punta de la cabeza hasta los pies somos únicas y nadie más se parece a ti. Que por más que tratemos de negarlo somos hermosas. Nuestro valor no radica en que tengas un cuerpo perfecto, radica en lo que tenemos en nuestro interior. En la belleza de nuestra alma y en la sonrisa que demostramos.
No pierdas tiempo, ámate cual eres.
Un abrazo,
Patricia