Hoy deseo compartir con ustedes lo que para mí es mi mayor Tesoro. No voy hablar sobre dinero, joyas o algún bien material. Mi Tesoro es diferente… Tenía el pelo blanco y sus manos arrugadas. La sonrisa más hermosa que he visto en mi vida. Unos ojos expresivos llenos de amor. Daba todo sin pedir nada a cambio. Su corazón era inmenso y sus cuidados lo mejores. Nunca decía que no, para ella todo era posible. Les hablo de mi abuela.. Ese tesoro que perdí alrededor de un mes y es hasta ahora que puedo hablar de ella. Con ella aprendí lo que es amar de verdad. Lo que es luchar por una familia y sacarlos hacia adelante. Lo que es amar a un esposo por 50 años como el primer día que se casaron. Ella me sacaba una sonrisa aunque yo no tuviera ánimo. Sus abrazos eran perfectos y llenos de ternura. Sus besos eran la mejor cura para la enfermedad. Hoy ya no está a mi lado.. Y el dolor de su partida aún sigue latente en mi corazón. De ella recuerdo los mejores momentos de mi niñez. El correr por el campo, jugar con la tierra, pelar los gandules y machacar el ajo en las escaleras, llevarle comida a los cerditos, bajar a la tienda y llevarle el desayuno a mi abuelo, que los sábados eran sagrados para ella porque ese día vendrían sus nietas, me tenía que comer todo para así estar más fuerte.. Siempre decía que ella nunca iba llegar a cumplir las 3 pesetas y fue todo lo contrario. Sobrepaso toda enfermedad y hasta el final lucho.. Para algunos serán cosas simples, pero para mí son momentos que marcaron mi niñez. Con su ejemplo me enseñó a valorar lo que tengo y que las cosas se obtienen mediante sacrificios. Que aún existen personas buenas en la cuales se puede confiar. Que la base de todo es el amor que podemos demostrar a los demás. Que la gente puede cambiar y que todo en esta vida es posible. Ella seguirá siendo mi Tesoro.. Ese que nunca se olvida y que se lleva en el corazón.
© 2014, Patricia Acevedo López